SALVADOR DE LA PLAZA. DIARIO (1917-1918)

Salvador de la Plaza( Caracas 1896-1970). A los 19 años salió de la cárcel de la dictadura de Juan Vicente Gómez, rumbo al exilio en París donde terminó sus estudios de derecho. Se marchó a México y, salvo cortos períodos de regreso a Caracas, vivió 50 años de exilio ejemplar. En sus escritos sobre petróleo, alertó constantemente sobre el grave riesgo que suponía asentar la vida social y económica del país en la dependencia casi exclusiva de la industria de los hidrocarburos.

Contrario a lo que algunos venezolanos esperábamos, el régimen de Hugo Chávez y sus asesores económicos, nacionales y extranjeros, hicieron caso omiso a sus advertencias, en relación sobre todo a utilizar la renta petrolera principalmente para comenzar a desarrollar una sociedad independiente y autónoma sobre la base de valores éticos de libertad, justicia y democracia. Jamás un Estado hipertrofiado, verdugo de la población, como ha sucedido finalmente.

VENEZUELA. El delirio de modernidad en un país petrolero. Mailer Mattié

LA DIOSA QUE TEJE LA VIDA Y LA CULTURA. Mailer Mattié

https://www.omni-bus.com/n25/diosa.html

Testimonio de un ideal

La histórica presencia de la Diosa Madre expresa indudablemente la manifestación religiosa de un ideal que, transmutado en sentimiento de espiritualidad, orientaba todas las actividades humanas. Rememora, en efecto, el enorme esfuerzo cultural realizado por la humanidad durante milenios, destinado a proteger la vida y el entorno que la sustenta. Esfuerzo que había logrado alcanzar sabiamente la categoría de paradigma universal, hoy sepultado bajo los escombros que han dejado el desarrollo y el crecimiento industrial. La Diosa encarnaba la permanencia y continuación de un mundo entendido en su complementariedad que exigía, por tanto, el reconocimiento de la reciprocidad y la práctica de la cooperación comunitaria. Su culto constituía, sin más, la reiteración constante de una firme advertencia: la vida es vulnerable y también las relaciones que la sostienen. Remite su significado, pues, no sólo al testimonio de una generalizada percepción del mundo; también a la enorme responsabilidad que nos compete en su mantenimiento. Fue concebida como la gran aliada de las aspiraciones humanas; reverenciada, en realidad, para que no olvidara recordarnos siempre las verdaderas cosas que importan. Evoca, en fin, muchas de las grandes pérdidas de la civilización contemporánea, prisionera de la economía, de la violencia y del monopolio de las religiones patriarcales que subordinan y ocultan principios culturales fundamentales. El Homo Oeconomicus, sin duda, ha convertido al Homo Sapiens en una peligrosa especie, trastornada por la ausencia de límites; convencida, erróneamente, de que sus necesidades y sus deseos son infinitos y pueden ser satisfechos sin riesgo. Aquello que se tuvo por sagrado ha sido reducido a su mínima expresión, encarcelado en los gruesos muros del templo. Todo lo demás, fuera, puede ser saqueado y destruido hasta su extinción.